Mi primer acercamiento a Ignacio Solares se dio cuando leí su novela: “Madero, el otro”, recuerdo que fue en el mes de agosto de 2015. Al momento de ser publicado mi artículo sobre la novela por la entonces vigente revista: “El Búho”, se lo compartí al maestro Solares y vía chat me comentó: “Muchas gracias por tu generosa nota sobre Madero, el otro. Efectivamente es asombroso lo que puede uno encontrar en la historia. Por eso me atrae así. Un abrazo.” A partir de este primer encuentro me fui acercando a la amplísima obra del maestro, así como permanentemente leía sus “Minucias” en el Universal; el pasado mes de agosto de 2023 el maestro Solares partió de este mundo, más él sigue con nosotros a través de sus obras y lo conmemoremos leyendo su libro titulado: “Delirium Tremens”.
Al momento de realizar la lectura de la pequeña novela: “Serafín”, detecté que el maestro Solares abordaba con la misma maestría la novela histórica, como cualquier historia totalmente inventada por él. Empero, igualmente noté que surgían temas recurrentes en sus obras como son la pobreza, el desempleo, el machismo, el abandono escolar, el alcoholismo y, precisamente en esta ocasión el libro que se analiza se enfoca en un tema común, muy delicado, mejor dicho, altamente delicado como lo es el alcoholismo, con la característica que este libro del maestro Solares no es una novela, es un trabajo periodístico que realizó, les platicó la estructura del libro. Ignacio Solares acudió a hospitales para entrevistar a pacientes que intentaban curarse de un fuerte problema de alcoholismo, también visitó algunos centros de Alcohólicos Anónimos, en uno de estos centros conoció a un personaje llamado Gabriel, y así, derivado de entrevistas, platicas con doctores, fue escribiendo una obra donde partiendo de la subjetividad en la forma de narrar y ordenar el material obtenido, logró concretar un libro enormemente valioso, porque trata un tema que se deriva del alcoholismo crónico como lo es el Delirium Tremens.
De entrada, el narrador señala que los médicos definen el Delirium Tremens como: “Una psicosis alcohólica, provocada por una lesión cerebral; reproducible, además, después de ingerir cierta cantidad de alcohol.” Ahora bien, saliéndonos de las definiciones médicas, el mal se presenta en aquellas personas que han consumido alcohol de manera diaria, algunos son alcohólicos funcionales, es decir, beben mucho, pero logran por un tiempo hacer sus actividades básicas como ir a trabajar, cumplir medianamente con sus obligaciones, no obstante, como el mal es progresivo tarde o temprano terminarán deñando a todo lo que los rodea, y naturalmente dañándose ellos mismos. Lo clave del tema es conocer que sin importar si el sujeto es alcohólico funcional o no, en todos los casos el mal lo lleva a perder empleos, familia, dinero, el mal lo conduce a un nivel de degradación humillante, e incluso, en la mayoría de los casos se logra perder lo que distingue al ser humano como lo es la voluntad, ¿por qué? Simplemente porque el vicio lo domina, lo controla, intenta dejar de beber y no puede, entonces, aquí es cuando necesita internarse, claro, en algunos casos ya provocó enorme daño al medio que lo rodea, aun así, lo peor es que si no se atiende todo terminará en la muerte, ya sea por suicidio, depresión y un sinfín de probabilidades catastróficas.
En el libro Ignacio Solares muestra que el mal es tan profundo que cuesta muchísimo curarlo, porque en el intento de la cura es cuando aparece el Delirium Tremens y éste se puede presentar de diversas maneras, algunos pacientes, no dormidos, ven ratas y creen que los atacan y muerden, otros sienten que sujetos desconocidos los persiguen, realmente es impactante todo lo que va narrando de cada personaje que desarrolla en el libro, algo más, el autor presenta cada caso de manera detallada, cuando conocemos el Delirium de determinado personaje es porque ya nos contó parte de su vida y así fácilmente se percibe cómo se fue desarrollando el mal, asimismo, resulta muy importante puntualizar que el mal no respeta posiciones sociales, económicas, por supuesto que en los casos de pobreza esta puede causar depresión, desanimo, desinterés, el nivel educativo es mínimo, mas, conozcamos un problema de alcoholismo en la opulencia. Ignacio Solares nos lo cuenta mediante el testimonio de su personaje así:
“Para empezar tuve la desgracia de venir de una familia de millonarios medio aristócratas. Estudié en Europa, (fui buen estudiante, hasta eso), terminé la carrera de leyes, saqué mi título y lo colgué en un marco…nunca trabajé como licenciado ni como nada porque no hacía falta, para qué, lo tenía todo, además de que empecé a beber desde muy joven. Tenía veinte años cuando mi padre murió y heredamos mi madre y yo una considerable fortuna y una casona de tres pisos en Coyoacán. Auto, chofer, álamos, una hermosa piedra en el centro del jardín. Libros y discos: mis aficiones predilectas. Ah, y coñac. ¿Qué más se puede pedir? Pero para que luzca, y para que los demás lo vean, el dinero hay que derrocharlo. Si de repente me interesaba la ropa, compraba veinte trajes de un jalón. ¿Viajes? Le daba la vuelta al mundo sin parar en gastos. Y así agoté en unos cuantos años los pocos –por que en verdad son pocos –lujos que nos puede ofrecer el dinero por sí mismo. ¿Ropa? Tenía la que quería. ¿Viajes? Ya los había realizado. ¿Cuántas cosas puede hacer un hombre que en realidad no hace nada? Leía bastante, eso sí. Y escuchaba música. Pero hay huecos en el alma que no se llenan ni con libros ni con música, a no ser que los convirtamos en una pasión, en el eje de nuestra existencia. Y yo no sentía pasión por nada. Y, por supuesto carecía de eje…todo se me agotaba, se iba como arena entre los dedos. Pero como ningún hombre puede vivir totalmente vacío, me volqué en el alcohol.”
Y aquí empezará a narrarnos la terrible crisis que vivió con el alcohol. Su madre murió y se quedó solo en su casa, el sexo se convirtió en uno de sus pasatiempos, organizaba verdaderas orgías, fiestas, amanecía y no se acordaba con quien se había acostado, y todo ese mundo lo hundía más y más. Llegó coloquialmente escribiendo a tocar fondo, de hecho, todos los relatos de los distintos protagonistas tienen un final podría decirse que feliz, porque nos cuentan su historia una vez recuperados, pero, todos perdieron muchas cosas que aun sanados y recuperados fueron irrecuperables y el daño irreparable, tal vez, una de las más dolorosas fue aceptar que después de años y años de alcoholismo, este mal les robó su valioso tiempo, Ignacio Solares sobre un paciente analizado afirma: “Dante decía que no hay mayor dolor que en los tiempos de infelicidad recordar los tiempos felices. Quizá no es menor el dolor de imaginar la dicha que nos negó nuestro temor a vivir.”
En esta obra aparecen unas cartas que se envió William Wilson quien fue el fundador de la asociación Alcohólicos Anónimos y el afamado psicólogo Carl Gustav Jung. Wilson y Jung no se conocían en persona, pero, en la misiva Wilson le agradeció y reconoció a Jung que gracias al testimonio de un paciente que tuvo llamado Roland, nació la idea de fundar Alcohólicos Anónimos.
Roland le platicó a Wilson que a raíz del problema de alcoholismo que padecía, Jung le recomendó y enfatizó que la única manera de curarse de un mal tan agresivo y posesivo era acercándose a un ambiente espiritual o religioso. Wilson ante la postura de un gran medico quedó deslumbrado. Jung le respondió a Wilson que: “Como ve, alcohol, en latín, es spiritus, y se utiliza la misma palabra para describir las experiencias religiosas más altas como para el veneno más depredador. Una forma útil, por lo tanto, es spiritus contra spiritum. Quedo de usted atentamente, C. G. Jung.”
Jung aclara que el término espiritual va más allá de lo meramente religioso. Toda esta interesante reflexión entre Wilson y Jung provocó que me acordara de otro texto referente: “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl, fundador de la logoterapia. Frankl padeció la persecución nazi, vivió el terror en los campos de concentración, cuando logró la libertad después de vivir y padecer todo tipo de atrocidades, se enteró que toda su familia había muerto; su padre, sus hermanos, su mujer de 24 años, murieron en los campos de concentración o en la cámara de gas. Entonces, cómo un hombre que ha perdido todo, que ha vivido unos horrores casi insoportables, puede encontrarle sentido a la vida. Viktor Frankl le encontró sentido a la vida, un sentido muy parecido al propuesto por Jung. Lo espiritual va más allá de lo religioso y lo medicinal. Parafraseando a Nietzche: Si encontramos un sentido, si tenemos un por qué, siempre encontraremos un cómo.
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