Ruta Cultural
Centenario del Día de la Niñez en México (III)

“La edad de oro” de José Martí: Sumario Núm. 3. Septiembre de 1889.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
La avaricia y la envidia son de los vicios más detestables. El avaro es tacaño y miserable consigo mismo, por lo mismo es un ser insatisfecho. El envidioso es infeliz por lo que no tiene y, lo peor, es infeliz por lo que tienen los demás. Los dos vicios son tan desagradables que logran reflejarse en el rostro de quienes los poseen. Piense en un ser envidioso e intente recordar sus gestos. Evoque la imagen de un avaro y seguramente la percepción le causará repulsión. Bueno, estos y otros vicios son producidos por una mala educación. Los seres humanos nacemos con la capacidad de aprender lo bueno y lo malo, y cuando somos niños vamos adquiriendo patrones de conductas que se arraigan en lo más profundo de nuestro ser y si bien con los años muchas actitudes pueden ser eliminadas, modificadas, mejoradas, es importante que a nuestros niños tratemos de darles el mejor ejemplo y no con poco esfuerzo, paciencia, voluntad y amor, guiarlos por el camino de la virtud. ¡Que habrá errores!, sí, los habrá. No obstante, debemos evitar a como de lugar caminar por las sendas de la incontinencia, la avaricia, la envidia. José Martí aborda esta temática en la tercera entrega de la revista: “La edad de oro” correspondiente al mes de septiembre de 1889. Allí les narra a los niños un cueto del poeta francés Eduardo Laboulaye, intitulado: “El camarón encantado”. Vayamos a conocer las enseñanzas de este magistral cuento.
Fiel al estilo de la tradición cuentística infantil, nos encontramos en un mundo de fantasías, aquí lo importante es trasmitir a los niños de manera sencilla y atractiva las moralejas y lecciones que la historia muestra. De entrada, los niños se irán a vivir a un pueblo del mar Báltico, cerca de Rusia. Allí vivían Loppi y su esposa Masicas. Esta pareja vive en extrema pobreza. Loppi sale a trabajar muy temprano para tratar de llevar algo de comida a su mujer. Masicas es descrita como una mujer agria, amargada, vive reprochándole a su marido la pobreza en que habitan. Un día Loppi decide irse muy temprano para no escuchar los reclamos de su amargada mujer. Caminando cerca del río se encontró con un enorme camarón. Loppi lo agarró y metió a su costal. Lo sorprendente fue que el camarón al poco tiempo le habló y pidió lo liberara. Espantado Loppi empezó a platicar con él. Este le dijo que era una maga encantada y si le perdonaba la vida, le daría lo que quisiera. Loppi no pidió mucho, sólo que lo ayudara a pescar unas mojarras para llevárselas a su mujer debido a que tenía hambre y estaba enfurecida por la falta de alimentos. El camaroncito le dijo que pusiera el morral y dijera: “¡Peces, al morral!” y de pronto, el morral se atascó de peces. Loppi regresó feliz a su casa y Masicas no dejaba de abrazarlo. A los pocos días Masicas se enfureció porque ya estaba aburrida de comer tanto pescado. Le exigió a su marido le consiguiera sopa y tocino. El marido acudió al camarón y luego luego le cumplió su deseo. La mujer disfrutaba de su comida y le decía a su marido: “Loppi de mi corazón”.
Pasaron unos días y la mujer se volvió a hartar. Muy molesta le exigió a Loppi ahora le consiguiera gansito asado y pasteles. Loppi apenado fue a ver al camarón: “Camaroncito duro, sácame del apuro.” Entonces el camarón como estaba agradecido le concedió todo lo pedido. La historia continúa y ahora la mujer se siente insatisfecha porque tiene gran cantidad de comida, más desea tener bella ropa: Loppi intenta hacerla entrar en razón, le dice que debe tener un límite. Ella le responde que es un timorato: “¡Loppi, nunca serás más que un zascandil! ¡El que habla con miedo se queda sin lo que desea!! El atarantado de Loppi se deja dominar por la codicia de la mujer y el camarón le vuelve a conceder todo lo solicitado. Al regresar a su casa encontró a la mujer con elegante ropaje. ¡Hasta hermosa se veía! Bailaron y ya embriagado la mujer le hizo confesar cómo obtenía todo lo que pedía. Al poco tiempo le requirió a su esposo un Castillo. Loppi apenado y todo solicitó el castillo al camarón. La maga encantada en cuerpo de camarón le dio el castillo, más le dijo a Loppi que debía controlar a su mujer, porque si fuera por ella, nunca dejará de pedir. A estas alturas:
“Vivía Masicas con todo el lujo de su señorío. Los barones y las baronesas se disputaban el honor de visitarla: el gobernador no daba orden sin saber si le parecía bien: no había en todo el país quien tuviera un castillo más opulento, ni coches con más oro, ni caballos más finos. Sus vacas eran inglesas, sus perros de San Bernardo, sus gallinas de Guinea, sus faisanes de Terán, sus cabras eran suizas. ¿Qué le faltaba a Masicas, que estaba siempre yan llena de pesar? Se lo dijo a Loppi apoyando en su hombro la cabeza. Masicas quería algo más. Quería ser reina Masicas: “¿No ves que para reina he nacido yo? ¿No ves, Loppi mío, que tú mismo me das siempre la razón, aunque eres más terco que una mula? Ya no puedo esperar, Loppi. Dile a la maga que quiero ser reina.”
Muy avergonzado buscó Loppi al camarón. Parecía que Masicas había rebasado todo límite, su ambición era desmedida. Aun así, la maga encantada en cuerpo de camarón recordó que, si no fuera por Loppi, ya estaría muerta. Decidió hacer reina a la ambiciosa Masicas. Más, la historia de nuestra civilización nos ha enseñado que un alma codiciosa, insaciable, concupiscente, no se detiene. Masicas se sentía insatisfecha con su reinado porque los hombres eran muy torpes. Entones, quería ser reina de los cielos, quería ser dueña del mundo completo. En este instante Loppi se rebela, le dice a su mujer que no le pedirá semejante estupidez a la maga encantada. Sólo que la rebelión ante la estulticia de su mujer ha llegado muy tarde, porque Masicas ya está empoderada y le responde a su esposo que, si no obedece su mandado ordenará le corten la cabeza. El pobre Loppi espantado sale corriendo pidiéndole apoyo al camarón, piensa que ante el peligro de muerte el camarón se compadecerá, ante semejante petición el camarón sólo le contesta: “El camarón dio una vuelta en redondo, que le sacó al agua espuma, y se fue sobre Loppi, con las bocas abiertas: – ¡A tú rincón, imbécil, a tu rincón!, ¡los maridos cobardes hacen a las mujeres locas!, ¡abajo el castillo, abajo el palacio, abajo la corona! ¡A tu casuca con tu mujer, marido cobarde! ¡A tu casuca con el morral vacío!”
Al regresar Loppi a su casa, ya no encontró a su mujer como reina, más, el furor y el odio era todavía mayor del tiempo aquel en que fueron pobres. La mujer se le aventó y agarró del cuello queriéndolo matar, no le perdonaba que otra vez estuvieran en plena pobreza, ella quería reinar en el cielo y en la tierra; a menos no se resignaba. Literalmente creyó que merecía abundancia. Tanta furia la invadió que murió de coraje…Loppis se quedó al lado de ella, al otro día los dos estaban tendidos muertos…
La ambición, el deseo desmedido por los bienes materiales de este mundo nos puede quitar la paz, la tranquilidad y la propia vida. Es importante soñar y debemos esforzarnos para lograr nuestros sueños. Sólo que ningún deseo, ningún sueño, debe estar por encima de nuestra paz y tranquilidad. Ahí está el sentido de la vida. Esto debemos enseñarles a los niños.

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