Sentados a la mesa de un restaurante del Poliforum Mier y Pesado les pregunté a Philipp (Felipe) Kuhn y a Sandra Schäfer por qué Orizaba.

Nativos de Colonia, Alemania, aunque descendientes de familias argentina y española, respectivamente, decidieron vacacionar en México.

Otorrinolaringólogo él, maestra ella, otra cultura, ahorraron durante cinco años para poder salir sin preocupaciones por tres meses.

Llegaron a Veracruz después de estar en Puebla, pero no se dirigieron primero y de inmediato al puerto jarocho, como cabría esperar.

En realidad, tocaron base en Xalapa, para ver a Lucas, su hijo, quien hace una residencia en la ciudad (le da hospedaje mi hijo Toño) y de inmediato partieron para Pluviosilla.

Me narró él que cuando decidieron conocer el estado en el que vivía su hijo en México se metió a buscar lugares que le resultaran interesantes para conocer.

Las imágenes de la llamada Ciudad de las Aguas Alegres lo sedujeron de inmediato; los atractivos turísticos que ofrece y que, claro, promueven muy bien.

No dejó de decirme que, por supuesto, iría al puerto jarocho, recorrería la capital del estado, iría a Tlacotalpan, al Tajín, a Naolinco y a algunos otros puntos.

Pero en Orizaba estaban –lo vi– felices, no obstante que les tocaron días fríos, húmedos, con neblina que –me imaginé– para el rigor de los fríos de Europa eso les ha de haber sabido a pan comido.

Prácticamente visitaron y disfrutaron todos los atractivos turísticos que tiene la histórica ciudad, lo mismo para niños que para jóvenes y adultos.

En mi caso, volví una vez más, aunque ahora me di tiempo para acabar de conocer los nuevos atractivos que tiene, de los que los ha ido dotando el gobierno de Juan Manuel Diez Francos.

Así como he estado en días de mucho calor, ahora también paseé en medio de un clima parecido al de Xalapa, con frío, neblina, chipi-chipi.

Pero pude vivir y constatar que en cualquier caso la ciudad, sus atractivos, su café en el Palacio de Hierro, se disfrutan por igual (a los visitantes les sorprendió saber que el edificio lo diseñó Gustave Eiffel, el mismo artífice de la Torre Eiffel de París, y que fue inaugurado en 1894).

Estaría de más decir que es una ciudad muy limpia pero no sobra mencionarlo para quienes nunca la han visitado o poco la conocen.

Tampoco está por demás decir que es una ciudad muy segura, acaso la más segura del estado, con una policía municipal ejemplar por el trato que dan al ciudadano, residente o visitante.

Cada que he ido, más en los últimos años, los autobuses de turistas, por lo numerosos, me recuerdan a los que he visto aparcados en los grandes estacionamientos construidos exprofeso afuera de los atractivos turísticos de Europa.