Prosa aprisa.
Las campañas, como espejitos a cambio de oro, embaucadoras
Arturo Reyes Isidoro
Comenté ayer que Rocío Nahle se estancó y que Pepe Yunes la alcanzó y puntea en la preferencia del voto, de cara a la elección del 2 de junio.
Dije que ahora sí sienten la necesidad de los medios para, a través de ellos, publicar y hacer creer que llevan entre 20 y 30 puntos de ventaja.
“Lo cierto es que, con todos los recursos disponibles a su favor, el poder político y el poder económico, los principales, en Morena en Veracruz, cuando todavía no inicia la campaña a la gubernatura, están como si fueran la oposición, luchando por salir adelante, porque la ventaja que tuvieron simple y sencillamente ya no existe”.
¿Se esfuman nada más porque sí 20-30 puntos? Mi respuesta es que sí, cuando nunca han existido.
Hace no mucho, en una plática en corto, escuché decir a Pepe que se le acercaron antes, y se le han acercado ahora, empresas encuestadoras para ofrecerle sus servicios.
Hoy ya no es un secreto decir que lamentablemente, casi en la mayoría de los casos, su uso se pervirtió, como desde hace mucho se pervirtió la práctica política.
Las encuestadoras dejaron atrás la ética profesional para optar por el negocio, al grado que ya ni siquiera las diseñan de acuerdo al tipo de candidato del que se trate porque ya las tienen echas con diferentes cifras para que el cliente escoja la que guste. O sea, son de úsese y deséchese.
En Veracruz tuvimos claros ejemplos. Fueron los casos de Eric Cisneros y Zenyazen Escobar, quienes desataron una guerra para hacer creer que los veracruzanos los preferían como candidatos a gobernador.
Así, un día uno, al otro día el otro, aparecían con porcentajes “inalcanzables”. Ojalá y si gana la oposición investiguen para saber cuánto desviaron del erario para pagar esas “encuestas”.
Ayer, el columnista Raymundo Riva Palacio se refirió al tema. Recordó cómo el año pasado se usaron las encuestas en el Estado de México para inhibir el voto.
“El equipo de campaña de la morenista Delfina Gómez salió de compras y contrató a todas las casas demoscópicas que pudo para ser la propietaria de las encuestas y decidir estratégicamente cómo utilizarlas en su beneficio”.
Comentó que mediante convenios de publicidad con medios, se publicaron –como si fueran inserciones pagadas– aquellas que le salían favorables con el mayor porcentaje frente a su adversaria Alejandra del Moral.
Así –prosiguió– durante semanas se manejó una diferencia de dos dígitos en la preferencia electoral por Gómez, y dos semanas antes de la elección hubo una que le daba una ventaja de 18 puntos. Al final ganó por ocho puntos, pese a todos los recursos que se emplearon en su campaña.
Concluye que la candidata del PRI-PAN-PRD perdió por dos motivos: porque faltó cohesión en la coalición opositora y porque las encuestas sí crearon un desánimo en el elector que vieron la inevitabilidad de la victoria de la morenista.
Pepe Yunes, escuché, no quiso ni ha querido comprar ninguna encuesta. No ha comprado espejitos ni ilusiones. Hace tierra. No flota. No se despega de la realidad y mantiene su discurso de que no la tiene fácil porque se trata de una elección de Estado, lo cual es cierto.
Pese a que sabe que avanzó más de lo que pensaba –esperaba un entrecruzamiento (empate) a finales de abril-principios de mayo, que ya logró mucho antes– ni se muestra triunfalista ni está confiado ni afloja el paso.
Siempre he sostenido que en el equipo de Nahle se equivocaron desde el principio: comenzaron desde lo más arriba, con altísimo porcentaje, ficticio, en donde ya no pueden crecer y subir más, sino solo caer, mientras que Pepe ha ido de menos a más y le queda techo para crecer.
Falta, viene la campaña. Percibo que en el peor de los escenarios para la oposición, por lo menos arrancan parejo, aunque el frente opositor con mejores candidatos a diputados federales y locales. La coalición no solo cobró vida sino que está en plan competitivo, en serio.
La peculiar campaña (hasta ahora) de Manuel Huerta
Veo, en cambio, de Morena, realista a Manuel Huerta.
Han transcurrido ya suficientes días, 12, para tener una idea clara de la forma en que están haciendo campaña los candidatos al Senado y a diputados federales.
Casi ninguna es diferente a las que conocemos, aunque hay una muy peculiar cuyo resultado me intriga conocer.
Porque robó la atención que aceptara cambiar de posición, de la primera a la segunda, en las fórmulas de su partido al Senado, pocos se fijan en la manera como está desarrollando su campaña Manuel.
Contra lo que se podía esperar y contra la lógica, por la necesidad de sumar el mayor número de votos para su candidatura y la de Rocío Nahle, el exdelegado de Bienestar está invirtiendo, o gastando, lo mínimo y prácticamente se montó en el oleaje de la oferta y la demanda real.
Lo que se sabe es que luego de que le pidieron que se sacrificara y se pasara a la segunda fórmula, aceptó como aceptó el reto de sacar adelante a su partido y a sus candidatos a diputados federales y locales (también le cargaron la burra para que los jale hacia arriba).
Como declaró, decidió que iba a trabajar doble, pero también porque optó por no acarrear a nadie a sus actos y se atiene a los que quieren acompañarlo en forma voluntaria, de ahí que se ven pocos concurridos y le suscitan críticas de que perdió fuerza.
Es obvio que, aunque ya no es el delegado federal de los programas sociales de Bienestar, tiene a su disposición toda la estructura humana de los llamados Servidores de la Nación, que saben desplegarse, movilizarse y operar, y bien podrían llevarle a los miles de beneficiarios a sus actos y llenarlos y rellenarlos, pero por alguna razón por ahora no lo hacen.
Se entendería que obedece a alguna estrategia, que ahora no se ve clara, pero que indudablemente tiene algunas ventajas, como, por ejemplo, eso creo, una de ellas, palpar la realidad real, válgase la redundancia, de qué tanto y bien es aceptado Morena, al margen de las cifras alegres de las encuestas triunfalistas de Rocío Nahle, que él sabe que no son ciertas porque trae los números que tienen en el CEN de su partido.
Va viendo también –eso es lo que pienso– quiénes de verdad son fieles a la causa y van por convicción, es decir, con quiénes cuenta de verdad sin el interés de, por ejemplo, ver qué candidatura le ofrecen o alguna posición en algún cargo administrativo a futuro.
Puede –siempre es mi punto de vista personal– que sea una estrategia para tener el pulso real utilizando su campaña y a partir de ahí estructurar la de Rocío Nahle, que iniciará el último día de este mes, sabiendo donde concentrar esfuerzos porque están mal, o muy mal, y presentar un diagnóstico al propio presidente y solicitar refuerzos para donde se requieran.
Huerta es un tigre viejo como para pensar que cree que va a ganar la elección con solo los “auténticos”, los fieles, por eso mi curiosidad por ver qué quiere realmente y espera. Algo que no me queda duda es que en el CEN de su partido quieren que él solo y su equipo saquen al buey de la barranca, lo que veo muy cabrón en un estado tan grande y complejo como Veracruz y con una oposición en ascenso.
Su campaña a pie, en “territorio” (los priistas decían, o dicen, en “campo”), muy cercana a la gente, escuchando, contrasta abismalmente con la de Rocío Nahle como precandidata, alejada de la gente, rodeada de vallas metálicas y guaruras, sin bajar de la tarima, sin caminar y saludar al electorado, siempre encima de su camioneta de lujo, alejada de y desdeñando a la prensa.
Difiere también con la forma de hacer campaña de Cuitláhuac García Jiménez, quien utiliza el acarreo (Eleazar Guerrero y Zenyazen Escobar) engañoso y costoso para dar la idea de que miles y miles apoyan a Nahle o, como se vio el sábado, a Ana Miriam Ferráez, cuando los que asisten en realidad son obligados y en venganza van a ir a votar en contra.
De alguna forma, su estrategia ahora es como la de Pepe y Américo Zúñiga y otros: a pie, en “territorio” o “campo”, en calles y colonias, cercana a la gente, sin el triunfalismo de las encuestas. El 2 de junio sabremos a quién le dio mejores resultados y quién jaló más votos.
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