Claroscuros.
AMLO, adiós con cambio de régimen y sistema político: haiga sido como haiga sido
José Luis Ortega Vidal
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Benito Juárez ayudó a construir el Estado moderno mexicano mediante las Leyes de Reforma, apoyado por un grupo de notables intelectuales y patriotas.
Nació el México liberal desde una base jurídica sólida, sobre pilares profundos como la Ley de Administración de Justicia Orgánica de los Tribunales de la Nación del Distrito y Territorios –Ley Juárez, de 1855-; la Ley del Registro Civil –Ley Ocampo, 1857-; así como el conjunto de leyes que separaron la Iglesia del Estado, lo que implicó un cambio de régimen político de calado histórico.
La de Juárez fue la segunda transformación; la primera está representada por Miguel Hidalgo I. Costilla, padre de la patria, sacerdote sumado a la conspiración criolla de Querétaro cuyo plan original fue derrocar al Virrey Francisco Xavier Venegas e instaurar un gobierno de la Nueva España en manos rebeldes.
El grito de Dolores terminó gestando la Guerra de Independencia y el consecuente nacimiento de los Estados Unidos Mexicanos.
A Francisco I. Madero se le otorga la tercera transformación, con el sueño de la No Reelección en México.
Madero llamó a las armas y el país respondió en una vorágine que acabó con la dictadura de Porfirio Díaz; luego vinieron años de guerra civil y la promulgación de la Constitución de 1917.
A este conjunto de cambios de régimen se suma la Reforma Judicial propuesta desde el pasado cinco de febrero por el presidente Andrés Manuel López Obrador y aprobada por el Poder Legislativo el miércoles once de septiembre.
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Una faceta clave de los seis años de gobierno de AMLO se puede encapsular en la meteórica y polémica jornada del Senado de la República donde, a unos días de entregar la banda presidencial, Andrés Manuel López Obrador obtuvo la égida de su autollamada Cuarta Transformación o 4T; esto es, un nuevo régimen político en México…
Desde el once de septiembre, el Poder Judicial mexicano ha cambiado de andamiaje: en lo sucesivo jueces y ministros serán electos por el pueblo; se modificó su engranaje administrativo y ningún togado podrá ganar, en lo sucesivo, un sueldo mayor al presidencial…
Aunado a lo anterior, el Poder Judicial ha recibido un espadazo político cruel y polémico, cuyo talante positivo o negativo se podrá ver sólo al paso de los años: el poder Legislativo se automodifica por órdenes del poder Ejecutivo, y ambos, puestos de acuerdo, están por encima de los guardianes de la Constitución.
¿Cómo lo lograron?
Muy simple: MORENA, con sus aliados del PT y PVEM, tiene mayoría calificada en la Cámara Baja al sumar 364 diputados de un total de 500 curules; así las cosas, la Reforma Judicial pasó esta etapa como cuchillo en mantequilla.
En la Cámara de Senadores MORENA y aliados solo contaban con 82 de 85 votos necesarios, pero el legislador Adán Augusto López Hernández maniobró para sumar a dos senadores del PRD y uno del PAN, identificado como traidor en su natal Veracruz: Miguel Ángel Yunes Márquez.
El voto de Yunes Márquez, apoyado por su padre Miguel Ángel Yunes Linares, quedó registrado a los ojos del país y del mundo como la abyección negociada que coronó el objetivo: la Reforma Judicial se aprobó.
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El concepto de la 4T abarca también un cambio de sistema político, terreno en el cual hay avances no sólo polémicos sino dramáticos.
Quienes aprueban el trabajo de Andrés Manuel López Obrador –alrededor del 80 % de ciudadanos- valoran como positivo el aplastante triunfo de Claudia y avalan por igual la interpretación legal aplicada al interior del INE para otorgar una sobrerrepresentación gigantesca a MORENA, PT y PVEM en la Cámara de Diputados.
En lo particular observo elementos de fraude en los comicios del dos de junio, pero me parecen insuficientes para negar el triunfo categórico de Claudia Sheinbaum; estamos ante un logro electoral apoyado por actos de corrupción suscritos en el marco legal; nada nuevo…
El aval del INE a la sobrerrepresentación es de naturaleza polémica y sin solución justa posible, porque la ley respectiva es ambigua.
Ocurrió -sin embargo- una maniobra ilegal, de manipulación política en el Tribunal Federal Electoral, donde votaron sólo cinco magistrados –de siete que determina la ley- ante la ausencia de dos por no haber sido nombrados a tiempo; jugada armada durante meses previos, desde el amplio poder de Andrés Manuel López Obrador.
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El cambio de régimen y de sistema político, aplaudido por el pueblo desde la indudable popularidad del presidente, no va de la mano con la ética, ni la democracia, ni con la visión profunda que requieren esta clase de modificaciones en el estatus quo del Estado.
Aquí no estamos ante un Pilatos que se lava las manos, sino ante una figura todopoderosa –la de AMLO- que manipula al INE y al TRIFE, para obtener el control total del Poder Legislativo y ajustar, de última hora, el sistema político que concreta el cambio deseado en el régimen político, en este caso constitucional.
Nuestro Pilatos eligió como víctima a Jesús y utilizó a Barrabás como mero distractor; la votación del pueblo a mano alzada resulta mero espectáculo…
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Sin los sucesos ocurridos en el país entre el dos de junio y el once de septiembre, no se habrían podido obtener los avances logrados en el cambio de régimen y sistema político.
Claudia Sheinbaum habría recibido un país con avances en ambos elementos promovidos por López Obrador desde el inicio de su sexenio, tendría mucha tarea por realizar y enfrentaría una estructura política que le ha sido robada a México: los contrapesos de poder.
No hay partidos de oposición, responsabilidad que cae en ellos mismos por corruptos, mediocres, presas de dirigentes codiciosos y ausencia de liderazgos inteligentes.
El Poder Judicial –cuya modificación ciertamente urge, pero lo ideal era hacerlo bajo el respeto de su independencia- hasta hoy ha sucumbido.
Durante septiembre, todo el poder político del país ha estado en manos de un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador.
Quien acepte la patética idea de que esto es democracia, admite que se trata de una democracia chimuela y es cómplice de tamaña destrucción.
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Este lunes, amanecemos bajo la incógnita de quién tendrá ese inmenso poder en sus manos a partir de mañana, martes primero de octubre.
¿Claudia Sheimbaun será una presidenta súper poderosa?
¿El Poder Legislativo será un contrapeso para la jefa del Ejecutivo, a pesar de ser mayoritariamente de su mismo partido y alianza?
¿AMLO realmente entregará el poder o nomás se quitará la banda presidencial?
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La 4T concretó un cambio de régimen y de sistema político que hasta el primero de junio era parte de un discurso muy poderoso, pero finalmente sólo era discurso.
Estamos en medio de un escenario de política nacional inédito, de consecuencias impredecibles.
Sobre la marcha, en el día a día, mes con mes, año con año del nuevo sexenio, iremos encontrando respuestas para las inmensas dudas que hoy pueblan cualquier intento de análisis en torno a México, tras su impetuoso septiembre.
Resulta imperioso recibir a Claudia Sheinbaum con el gran respaldo social que va a necesitar.
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Al despedir a López Obrador podemos parafrasear a Felipe Calderón, su némesis: logró sus objetivos particulares “haiga sido como haiga sido”.
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